jueves, 6 de diciembre de 2012

A wish upon a star


 Ya pasaron los 6 meses de rigor antes de volver a pisar el Bar de Barbón. Una vez mas vuelvo a recorrer las calles, la vista fija al frente, mientras mis bamboleantes músculos se tensan y se pliegan en mi poderoso pecho. De nuevo la ciudad me saluda a su manera, las carmesinas se iluminan a su paso señalándome el camino a seguir, los edificios me miran desde las alturas con majestuosa presencia y contemplan la procesión de un solo hombre que se arrastra bajo sus pies de cemento.

La respiración se me entrecorta cuando una ráfaga de viento me golpea el torso, el olor a contaminación que llega desde las fábricas incansables de robots de Mr.X me hacen arrugar la pixelada nariz. Sé que mientras camino, la organización criminal para la que trabajo jamas ha cejado en su empeño de reconquistar esta ciudad, que aquellos que me pagan siguen con sus planes fijos en hacerse con este pedazo de pastel que se les puso en bandeja hace ya mucho tiempo. Yo formo parte de uno de los escalones mas bajos, somos la escoria que patrulla las calles y que hace el trabajo sucio y se frota las manos con las propinas generosas que nos ofrecen nuestros superiores.

A mi cargo se encuentran los mas despiadados matones (almenos eso dicen) llamados Galsias, algunos compañeros suyos de rapada cabeza llamados Donovans y otros individuos de grotescas crestas llamados Signals. Todos combatimos por un solo objetivo, como un ejercito romano que avanza con paso retumbante a conquistar otra ciudad, como una mano férrea que se cierra ante una fruta madura que explota bajo su presión. Así serian las cosas si todo fuese correctamente.

Pero bien se sabe, que en todo hay una excepción, si los ciudadanos de este lugar sin nombre no tienen los huevos digitales para salir fuera de sus casas, si que algunos de los policías y sus amigos han tenido las agallas suficientes para salirnos al encuentro y derrotarnos en mas ocasiones de las que mi I.A puede recordar. Los que anteriormente llamábamos B.S.A.M nos han hecho la vida imposible desde el principio de nuestros tiempos, y aunque su actividad se ha visto drasticamente reducida y cambiada a otros horarios y estrategias, aún siguen haciendo estragos entre los nuestros.

Aún así, y con ese panorama encima de mis hombros, me dirijo al local que regento como cada dia que me acuerdo. Hace ya que mis visitas se han ido reduciendo hasta convertirse en un mínimo goteo que hacen que cada vez que mis pies golpean el suelo de madera del local, se convierta en una ocasión gloriosa como uno de esos rumoreados multihits que dicen que a veces realizan los B.S.A.M.

Y hoy es una de esas ocasiones, saludo a Jack con la mano, un valioso aliado aunque algo prepotente, que vigila dia a dia por la integridad y la seguridad de todos los visitantes del Bar, un enorme guardaspaldas que registra a machete a todos los visitantes que no ha reconocido previamente como "uno de los nuestros".

Entro en el Bar y una sensación de nostalgia se apodera de mi persona, choca contra mi y me hace sentarme en uno de los taburetes cercanos a la barra. Electra, la única integrante femenina del Bar, me prepara uno de los cócteles habituales y me lo deja al lado guiñándome el ojo. Sé que entre nosotros jamas podrá haber nada, y si lo hubiese, creo que seria aún mas doloroso verla morir cada vez que Axel o Max aparecen por la puerta y yo tengo que huir al patio trasero de la lluvia eterna. Su último grito me helaría la sangre y haría que el agua que cae del cielo palideciese ante el torrente de lágrimas que caerían por mi rostro.

Por suerte, la situación no es esa y puedo degustar la bebida mientras ella se sienta tranquilamente ante el piano y toca una suave y lenta melodía que me transporta lentamente, mas allá de todo aquello que puedo entender y a un mundo que se aleja de la bidimensionalidad que me ha acompañado desde el dia que me crearon y que me acompañará, crónicamente, hasta la última de mis muertes.